lunes, 22 de julio de 2013

Solo quiero que invadas mi intimidad.

Y se dio media vuelta. Quería pararla pero no podía mas que observar como cada paso los alejaba mas y mas. Quería decirle que le esperara, que sin ella hacia tiempo que las cosas no tenían sentido, que le había cambiado, pero su voz era cobarde, tanto como el, tan cobarde que no se atrevía a articular media palabra. De pie, observando como los músculos de su espalda se accionaban a cada paso que ella daba, como sus piernas se mantenían firmes y veloces cada vez que daba un paso, lo único que podía hacer era echar la vista atrás en el tiempo y recordar.

Recordaba la primera vez que la había visto, como la observaba desde lejos sin que ella se inmutara, sin que ella supiera si quiera su nombre. Ella siempre tan risueña, tan "pop", tan aire fresco en los días mas pesados. Recordaba que con ella sobraban las palabras e inundaban las miradas, aquellas miradas que invadían de una manera extrañamente confortable la intimidad, como jugueteaba con sus dedos cuando estaba nerviosa, o como se apartaba el pelo que le molestaba de la cara con esa gracia tan elegante. Elegancia. Era una palabra que la definía a la perfección. Ella, tan atractiva como un día de sol después de una época de lluvia, tan alegre como un niño que juega con la pintura entre sus dedos, temperamental como una ráfaga de viento que mueve sin medida la veleta, tan adictiva como la misma heroína. No quería, pero era inevitable acordarse de la curva de sus finos labios, de su enarcar de cejas, de la sutil separación de sus paletas que caracterizaba su sonrisa, que la hacia tan única y especial. Le resultaba inevitable recordar como ella le peinaba el pelo con cariño cuando el apoyaba la cabeza en su hombro, como se sobresaltaba cuando le hacia cosquillas, como le observaba detenidamente desde el asiento del copiloto. Realmente eran escasos los momentos juntos, efímeros, a penas un desayuno en una pequeña cafetería o pellas refugiados en su coche charlando, pero es que su "relación" era así, un intercambio de miradas a lo lejos, una media sonrisa cuando nadie les veía, unos buenos días que parecían no decir nada pero que realmente decían mucho, un orgullo por ver quien se interesaba antes por el otro. Siempre tan frustrante, tan desconcertante, tan ellos...


Y ahí estaba el, viendo como ella se le escapaba entre los dedos como arena de playa, como agua por el sumidero del lavabo. De verdad quería pararla pero había tanta cosas que les impedían ser quienes eran, tantas cosas que impedían que se quisieran como querían quererse ¿Cuando llegaron a este punto? El escondía mucho mas de lo que permitía ver y ella... Ella tan entregada, tan dolida, tan decepcionada a cada decisión que el tomaba... El y ella, que dejaban de ser el "ellos" mas poco "ellos" que jamas haya existido. No habría mas miradas, ni mas medias sonrisas, ni mas esperanzas a que el apareciera por la puerta, ni mas conversaciones absurdas, no habría mas promesas que mas tarde romper, no habría mas indecisiones, mas miedo, mas daño...


Ella se dio media vuelta, y el solo observo como se marchaba de su lado para, por una vez por todas, acabar lo que un día no debió empezar.